domingo, 11 de octubre de 2015

Y de pronto te paras...

Y de pronto te paras. Te sudan las manos. Pitan tus oídos. Te agobias. Inspiras, expiras. Te has tranquilizado. Vuelves a caminar.
Te paras. No estás bien. Quieres continuar, pero todo te lo impide. Cuando no es una piedra, es una montaña. Te paran, te paras. Y parece que se ha acabado el mundo, sí. Crees que quedarte ahí, quieto, para siempre, es tu única opción. Y no buscas otras salidas, porque lo fácil, es eso: aceptarlo. Aceptar que no hay solución. Que nada va a sacarte de ahí por que estás atrapado. Sí, eso es lo fácil. Pensar que no puedes hacerlo es la escusa perfecta para lo intentarlo. Encerrarte en el no y no dejarle hueco al sí. Es lo fácil.
Todo el mundo lo hace. Piensa de ese modo. Cree que no vale la pena esforzarse por algo imposible de cumplir. Lo cree, pero por eso mismo la mayoría lo intenta, para dejar de creerselo. Para comprobar si es cierto que no sirve, y la verdad, sí que lo hace. 
Cuanto más te creas que es imposible superar algún obstáculo, se convertirá en algo inalcanzable. Y no porque lo sea, si no porque te has mentalizado que no vas a lograrlo. 
Salta las piedras, rodea las montañas.
Pero nunca, nunca creas que es imposible. Nada lo es.

martes, 2 de junio de 2015

Me quitaste el miedo de volver a sentir.

Querido tú, sí, TÚ:
He cambiado mucho a lo largo de estos años, en especial en el aspecto afectivo. Lo pasé muy mal y muchas personas me decepcionaron, así que decidí que era mejor ceñirse a lo racional. Pero eso ya lo sabes, porque me conoces de verdad. Y me conoces porque un día, sin ser consciente de ello, decidiste que yo merecía la pena. Y poco a poco fuiste dándote cuenta de que yo no soy ni la mitad de fuerte de lo que puedo aparentar. Empezaste a ver que no era una persona ni tan fuerte ni tan entera como pretendía ser. Todo lo contrario, estaba completamente rota, pero tenía puesta una coraza que me hacía aparentar fortaleza.
Aún así, sabiendo lo débil, insegura y extremadamente sensible que podía llegar a estar en determinados momentos, te armaste de valor. Decidiste que yo no era nada de eso. Y que todo lo que se rompe se puede arreglar. Pieza por pieza y con mucha delicadeza. Decidiste que yo podía ser fuerte.
Pero no ha sido un camino fácil. Era una coraza  de muchos años. Pesaba mucho. Demasiado. Era una gran carga que yo decidí llevar. Una gran carga formada por opiniones, miradas, insultos, gestos y palabras de personas que -ahora sé- que el tiempo pondrá en su sitio. Fui llenando el saco más y más. Esto no lo sabes, pero cada vez que me has dicho una palabra buena de mí, una mala del saco desaparecía. Día tras día, la carga iba pesando menos. Me iba recomponiendo.
Es lógico: Si llevas muchas piedras, te rompes, te haces heridas. Y por mucho que se cierre la herida, si sigues llevando piedras, te vuelves a romper.
Pero si te curas, y poco a poco vas vaciando la bolsa, cada vez hay menos peso, y por tanto, menos heridas abiertas. Y al final fueron tantas palabras buenas y tanto cariño, que las piedras malas fueron desapareciendo.
Ha sido lento, necesitaba que fuese así, poco a poco. Y en el camino siempre ha habido alguien justo detrás de mí. Para pegarme un pequeño empujón hacia adelante, para abrirme los ojos una vez más y hacerme ver que todos cometemos errores, y que no son nuestros errores los que nos definen, sino nuestros buenos actos.
Sí. Lo reconozco. Lo admito y no me avergüenzo de ello. He estado asustada. Sí, he tenido verdadero miedo estos años. Miedo a quitarme esa carga y mostrarme tal y como verdaderamente fui hace muchos años,miedo a que algo o alguien fuese a romperme de nuevo. Miedo a que todavía no fuese lo suficientemente fuerte como para sentir y creer de nuevo, sin miedo.
He tenido miedo de las personas, de volver a creer en ellas. Miedo a aceptar que verdaderamente existe gente buena. Personas que sin pedir nada a cambio, intentan sacar lo mejor de ti. No me lo creía. Y esa es tu mayor virtud, ¿sabes? Haces mucho más de lo que imaginas por los demás. Y no me digas que no. Porque conmigo lo has hecho.
Porque vale, sí. Todo pasa por algo. Y estoy segura de que alguien ahí arriba decidió que, aunque yo nunca la pidiese, necesitaba ayuda. Y quiso darme la mejor posible, quiso que tuviese cerca a personas realmente buenas. Y poco a poco, me fue metiendo en tu vida. Sin que ni tú, ni yo nos diésemos cuenta. Y de repente, sin saber cómo, cuándo, ni por qué, decidiste apostar por mí.
Así que me gustaría decirte algo: GRACIAS.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Cuando te conocí supe inmediatamente que serías parte de mi historia, que provocarías un antes y un después. Que serías el motivo de mi sonrisa y mis ganas de querer ser más. Y fue así. Cambiaste mis esquemas, pero siempre por algo mejor. Me inspiraste a crecer y madurar. Me hiciste comprender que el amor sí es complicado, pero que si tienes las ganas y la debida atención, siempre valdrá la pena, pase lo que pase.
Provocaste que dejara caer esa coraza que me protegía y no me permitía mostrarme tal cual era, pues me hiciste sentir segura de que contigo no era necesaria, pues me retribuirías todo de la misma manera.
Antes de ti jamás imaginaba que el amor podría ser tan increíble, pero cuando llegaste tú y luchaste infinitamente por conquistarme, toda perspectiva cambió. Pasaste de ser un simple desconocido a ser la persona más importante de mi vida. Llenaste mi corazón, encendiste mi alma y provocaste que quisiera ser una mejor persona, y eso es lo que más agradezco, porque sé que si no te hubiese conocido no habrían existido tantas sonrisas ni momentos increíbles que hoy en día tengo en mi memoria y recuerdo cada vez que te miro a los ojos.
Cambiaste mi vida, pero la hiciste más hermosa, más significativa y la llenaste de amor y comprensión. Tomaste mi mano, guiaste mi camino junto con el tuyo y los llevaste a la experiencia más enriquecedora que podría tener toda relación de pareja existen momentos maravillosos y otros que nos enseñan a ser más fuerte y unidos, y que nos marcan para siempre. Sin embargo, a veces no nos detenemos a pensar cómo cambiamos desde que conocimos a esa persona tan especial para nosotros. Cómo cambiamos nosotros y, también, cómo cambió nuestra vida cuando esa persona se incorporó en tu camino. Y es precisamente eso lo que quiero agradecerte.
Gracias por hacer que mis ojos se encontraran con los tuyos y tuvieran una razón para brillar más. Gracias por tocar mi corazón y hacerlo latir más fuerte. Gracias por cada palabra y cada gesto lleno de amor que me has entregado. Gracias por ser tú, por no perder las esperanzas y por luchar cada vez que fue necesario.
Gracias por entrar en mi vida, y por hacerla más digna de recordar.